En Moratalla no hay espacio para el silencio. O tal vez sí, tal vez detrás del estruendo de los tambores no haya más que silencio individual, absoluto, un estado de tal concentración interior que los golpes incesantes, repetidos, redondos, competitivos no sean más que una forma de apartarse en soledad. Nadie se pone de acuerdo -y tampoco hay por qué- a la hora de explicar una costumbre antigua en la que otras ciudades, de la Región y del resto del país, participan. Es un acto ancestral, una ceremonia colectiva que no sólo protagoniza sino que define los días de la Semana Santa en Moratalla y que tiene como días principales Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurreción en los que hay toque de tambor.